El significado del legado de Julius Erving
Es inevitable que el paso del tiempo nos haga ver con otra perspectiva e, incluso olvidar, a los grandes personajes que han sido protagonistas de cualquier materia. El baloncesto, como cualquier otra disciplina deportiva, vive en el presente, pero siempre mira hacia el futuro buscando a la nueva estrella que haga olvidar a Lebron James, a Kobe Bryant, a Michael Jordan o a Magic Johnson y Larry Bird, pero antes de todos ellos hubo un jugador que se convirtió en la primera gran estrella mediática del baloncesto. Hablamos del hombre que cambió algo más que el juego, hablamos de Julius Erving.
Sería muy sencillo enumerar todos los logros deportivos que consiguió Julius Erving, o el Dr. J., como le rebautizó su compañero Willie Sojourner por el apodo que le puso en su niñez de «Doctor» su amigo Leon Saunders, pero realmente esos datos no mostrarían la relevancia y dimensión de la figura de un hombre que fue el primer gran icono del baloncesto.
Erving tenía el talento innato del que practica un deporte como estilo de vida. Su juego curtido y cultivado en las calles de Nueva York, tuvo su máxima expresión social en la mítica cancha de Rucker Park, en Harlem.
Ese lugar donde el baloncesto callejero es religión, le sirvió para que su figura se engrandecería hasta el límite de convertirse en objeto de culto de todo aquel que amase el baloncesto.
El baloncesto a principios y mediados de los 70’s, se debatía entre lo formalista y canónico de la NBA y lo diferente y caótico que ofrecía la ABA.
Entre esos dos mundos, estaba Julius Erving, un jugador deseado por ambas ligas, no ya por su juego, si no por todo lo que aportaba su figura mediática.
El Dr. J. era lo moderno, lo innovador, lo «cool» de la época. Su estilo de vestir, su aura de estrella y su swag (como se dice ahora), le convertía en un objeto de admiración y adoración deportiva y extradeportiva.
La gente quería jugar y ser como el Dr. J., lo que no pasó con otras estrellas anteriores de la liga como los reservados y casi antipáticos Bill Russell o Kareem Abdul Jabbar, o incluso el gran Wilt Chamberlain, que a pesar de ser infinitamente más sociable que Jabbar o Russell, no terminaba de ser ese jugador que todos querían ser.
Como dijo el propio Chamberlain, “Todos apoyan a David, nadie apoya a Goliat» en referencia a que la mayoría de la gente no se identificaba con su estilo de juego y su superioridad física. Para cualquier niño, era muy difícil ser e identificarse en el patio del colegio, con un gigante de 216 centímetros que reinaba en las zonas de la NBA.
Por el contrario, ser como el Dr. J. era algo a lo que aspiraba ser cualquiera que jugara al baloncesto y que soñara con poder hacer uno de sus enérgicos mates tomahawk o una de sus espectaculares bandejas que culminaban sus vuelos sin motor.
Además, la gente también quería ser el Dr. J. por la calle, con sus andares, su ropa, su pelo o esas gafas que le hacían parecer una estrella de rock, más que un jugador de baloncesto.
Todo esto no se le escapó a las marcas deportivas y Julius Erving se convirtió en un pionero a nivel comercial del baloncesto mundial.
Se convirtió en la imagen Converse y en uno de los primeros jugadores que tuvo unas zapatillas personalizadas para él, como las espectaculares Pro Leather.
Firmó un contrato por el que incluso recibió acciones de la propia Converse y años más tarde se convertiría en uno de los dueños de la firma, ¿recordáis algún otro jugador que haya tenido primero un modelo y luego ser dueño de la firma o de una escisión de la firma?
Las marcas querían que Julius Erving fuera su imagen, en un momento, donde todavía el baloncesto no había empezado a emerger como maquinaria comercial.
La popularidad de Julius Erving se había fraguado en la ABA en base a ganar Campeonatos y premios MVP, e incluso en 1976, el último año de existencia de aquella competición, el Dr. J. se convirtió en el primer ganador de un concurso de mates de una liga profesional de baloncesto.
Lo hizo con un inolvidable mate a una mano saltando desde la línea de tiros libres, ¿recordáis algún jugador que hiciera un mate de ese estilo años más tarde?
Cuando Julius Erving se incorporó a la NBA, se cumplió uno de los grandes objetivos de la superviviente competición estadounidense ya que, en aquel momento, el Dr. J. era el baloncesto y el mayor activo que cualquier liga podía tener en sus filas.
Su carrera deportiva en la NBA siguió con la línea de éxitos de la ABA y logró ser Campeón y también MVP de la NBA.
Las llegadas de super estrellas como Larry Bird o Magic Johnson, tampoco ensombrecieron la figura de Julius Erving, sino que se convirtieron en sus competidores en las canchas de baloncesto y en sus compañeros a nivel comercial ya que todos apostaron por llevar las Converse que promocionaba desde hace años el Dr. J.
El éxito y la relevancia social de Julius Erving le llevó a protagonizar junto con Larry Bird en 1983, el primer video juego de baloncesto dedicado a jugadores de la NBA, el «One-on-One: Dr. J vs. Larry Bird».
El juego consistía en un uno para uno personificado en Julius Erving y en Larry Bird, que competían por ganar un partido individual.
Aquel videojuego se convirtió en un punto de inflexión en la industria del sector, que como sabéis a día de hoy, es una de las maquinarias más potentes de entretenimiento a nivel mundial.
El NBA 2K de la época, tuvo en su primera portada al Dr. J. y a Larry Bird, que se embolsaron 25.000 dólares cada uno por prestar su imagen para el videojuego y, según cuentan, Julius Erving también percibió algunas acciones de la empresa de EA Sports, algo que no le ofrecieron al jugador de los Celtics.
Años más tarde, el juego tendría una secuela protagonizada por el propio Bird y un emergente Michael Jordan.
Este tipo de hechos, resumen el legado de un jugador que se convirtió en el primer hombre en firmar un gran contrato de patrocinio de zapatillas con la mejor marca del momento y también de ser portada y protagonista del primer videojuego de jugadores de baloncesto profesional.
También dejó dos canastas inolvidables para la historia de la NBA, que incluso fueron bautizadas por su carácter de genuinas, The Baseline Move, que fue aquella canasta superando la línea de fondo y haciendo una bandeja a aro pasado tras dejar atrás a Kareem Abdul Jabbar y el Rock The Baby sobre Michael Cooper, cuando hizo un mate en contraataque embolsando la pelota entre la palma de su mano y su antebrazo.
¿Cuántos jugadores de la NBA tienen un movimiento personalizado… y dos?
La carrera deportiva de Julius Erving, fue el espejo donde se miraron muchos de los niños y jóvenes que vivieron la explosión de la NBA a finales de la década de los 70’s y principios de los 80’s. Se convirtió en el protagonista de los posters de las habitaciones de la juventud estadounidense.
La trayectoria profesional de Julius Erving llegó a su fin en la temporada 1986-1987, tras 16 años en activo, en los cuales fue 16 veces All Star, es decir, en todas y cada una de sus temporadas en la ABA y en la NBA, siempre fue elegido para jugar el partido de las estrellas.
Anunció su retirada a principio de aquella temporada y todas las canchas por las que fue jugando aquella temporada, le rendieron un homenaje en su despedida del baloncesto. ¿Recordáis a algún otro jugador que hiciera, últimamente, lo mismo que Julius Erving?
Todas estas preguntas retóricas que os he ido haciendo a lo largo de esta historia, tan solo quieren mostrar la influencia y el legado de un jugador que ha inspirado a generaciones enteras de jugadores, contemporáneos y también de otros jugadores que apenas acababan de nacer cuando el Dr. J, ya era el primer gran icono del baloncesto profesional.
Magic Johnson, Michael Jordan, Kobe Bryant o Lebron James, son la muestra más clara de lo que significó Julius Erving para el baloncesto, un jugador que, tan solo el inexorable paso del tiempo, le ha podido relegar en esos rankings históricos que tanto les gusta a hacer a algunos medios de comunicación, para generar el debate y la controversia de comparar jugadores que difícilmente se pueden poner en el mismo plano, porque unos nunca habrían sido lo mismo, si no hubieran existido sus predecesores.